Eran exactamente las doce y trece minutos del mediodía cuando
en el despacho del señor Doll empezó a sonar el teléfono, Alexander Doll
director y accionista principal de Tecnologías Doll cerró el Times con fastidio y se dispuso a coger la llamada.
– Habíamos quedado en
empezar a y cuarto, aún quedan dos minutos para eso – fue lo primero
que espetó a sus interlocutores, el señor Doll era un hombre muy meticuloso y
solo el dinero se anteponía al orden y la exactitud en su lista de
preferencias, de hecho, aunque ni el mismo lo reconociera, en muchas ocasiones cuando
estos dos elementos, ejes centrales de
su vida, se habían visto en conflicto era los segundos los ganaban la pugna.
- Lo siento Doll
pero el asunto a tratar es urgente y no andamos sobrados de tiempo, cuanto
antes empecemos antes acabaremos y el Doctor
Xiaoxiong podrá finiquitar de una vez el proyecto.
El señor Doll gruño y apartó de un manotazo las páginas del
Times que cruzaban en ese momento justo por delante de sus ojos.
- Esta bien Doctor, explíquenos entonces que es eso tan
importante que debemos saber, y más le vale que no se trate de otro retraso,
llevo demasiado dinero invertido en esto para los retrasos que ha habido hasta
ahora.
Era exactamente la una y cuarto de la madrugada en el
laboratorio Xin Xiwang de Pekín y el Doctor Hao Xiaoxiong sonreía nervioso y
emocionado, seguro de dar una respuesta al señor Doll que este no esperaba pero
que seguro le sacaría su primera sonrisa en meses.
- Señor Doll, señor Slonov, lo tenemos, por fin lo tenemos,
hace un par de horas hemos realizado las últimas pruebas pertinentes y el resultado ha sido concluyente, está
listo, falta perfeccionarlo pero en un par de semanas a lo sumo podrá estar en
el mercado.
Un silencio siguió a sus palabras, y mientras sus jefes asimilaban
la bomba, el Doctor cogió su móvil, que en ese preciso momento se alejaba hacia
una de las luces del laboratorio y se comenzó a escribirle un mensaje a su
mujer, esa noche por fin podrían celebrar el éxito después de meses de
incansable trabajo, pulso a enviar más feliz de lo que había estado nunca, pero
sin saber lo poco que le duraría esta alegría.
Eran exactamente las nueve y diecisiete minutos de la noche
en Moscú, y después de un minuto de sepulcral silencio en el despacho del
presidente de Investigaciones Slonov solo perturbado por el casi imperceptible
sonido del suave choque de los diferentes objetos, que tan común se había hecho
en los últimos meses, de pronto, este silencio a medias se vio interrumpido por
un grito de triunfo y alegría que resonó en toda la planta, los diferentes administrativos
que allí trabajaban, sin saber a qué se debían estos gritos se asomaron con
alarma al despacho de su jefe, pero Serguei
Chuchelo Slonov les instó a marcharse con un gesto de la mano.
- ¡Por fin! Sabía que podía confiar en usted doctor- dijo
Slonov soltando una grave carcajada- y ahora que dice Doll ve cómo era la
persona adecuada, le dije que no había nadie mejor para esto.
- Tiene razón, Felicidades Doctor, pero no hay que
emocionarse tan pronto ahora es misión nuestra señor Slonov que esto entre al
mercado del mejor modo posible y…
Serguei dejo al Doll seguir soltando su pequeño discurso
mientras pensaba en cómo había llegado al momento actual desde que ocurrió el fenómeno que había
cambiado el mundo conocido hasta el presente, el momento en el que él creía que
cambiaria el mundo de nuevo, todo acompañado de una lluvia de dinero, como no.
- … Y elegir un nombre con gancho porque máquina
gravitacional no creo que sea un buen nombre de mercado para…
El señor Doll, su socio, seguía con su discurso y Slonov
aprovechó para coger uno de los bollos que había pedido que dejaran flotando en
su despacho, realmente no entendía bien la actitud de su colega y reamente no
se hacia una idea de lo meticuloso y precavido que era en realidad, desde su
punto de vista después de la noticia recibida era momento de celebrar un éxito
que los cubriría a los dos de dinero además de permitirles entrar en la historia
de la humanidad, ya tendrían tiempo de ocuparse de los pequeños detalles
después de la celebración, el señor Slonov miraba a otro de los bollos pensando
cómo atraparlo cuando lo notó.
Realmente no importaba que hora fuera en ese momento en el
Planeta Tierra en algunos lugares las doce, en otros la una o las nueve en
otros tantos, eso sí, habían pasado exactamente veinte minutos de esa hora
cuando todo se derrumbó, literalmente en este caso, En Chicago las desordenadas
páginas de un Times se estrellaron diseminándose aún más por el suelo, en Pekín
un móvil amarrado a una mesa cayó con fuerza contra ella fracturando la
pantalla en miles de pedacitos, en Moscú decenas de bollos cayeron contra el
suelo del despacho ante los gritos ahora de horror y frustración de su
ocupante.
Para la humanidad ese fue el día en el que la Tierra volvió
a la normalidad, sin embargo, no todos lo celebraron.
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