Dedicado a la fuerza inspiradora de Frida Kahlo
Hace
mucho tiempo en términos humanos y apenas un suspiro para el
planeta…
La
tierra emergida despertaba del letargo invernal. Durante miles de
años el gigante glaciar había gobernado con mano helada todos los
rincones de la geografía, cubriendo con sus dedos nevados las playas
más meridionales y los picos más septentrionales. Pero el Rey
Blanco fue derrotado al ser incapaz de resistir los ataques violentos
del orbe de fuego que dominaba la bóveda celeste. Y ahora, millones
de brotes verdes salpicaban su cadáver en descomposición.
Al
retirarse las nieves, las tundras se convirtieron en bosques y las
enormes criaturas que pastaban en las extensiones de musgo, liquen y hierba resistente al frío tuvieron que desplazarse al Norte.
Caballos,
bisontes, rinocerontes lanudos y mamuts migraron al ocaso. Por
contra, otras especies vieron su oportunidad, y ciervos, asnos,
cabras, ovejas, uros, jabalíes y unos extraños mamíferos
verticales llamados humanos ocuparon el nicho vacío.
Mamíferos
verticales como Golondrina, la lideresa del Clan de las Cabras
Mansas, indómita e ingeniosa, llamada así por la forma de sus cejas, encargada de dirigir con sabiduría al
grupo familiar tras la muerte de su amada Alondra abatida por un león
de las cavernas.
Entonces,
la tribu se reunió y Golondrina fue elegida como la nueva dirigente;
muy a su pesar, ni siquiera pudo guardar luto.
El
clan unicamente tenía una ley, inapelable e indiscutible: el grupo
tenía que ser guiado por el ejemplar más capacitado para la
supervivencia, independientemente del sexo, porque el individuo no
importaba, lo importante era el clan, y éste debía funcionar como un
organismo propio con sus integrantes como piezas del engranaje.
Y
Golondrina era especial, capacitada para el cargo, no tan buena
cazadora como Alondra ni tan capaz en descubrir carroñas o frutos,
pero suplía esa carencia con un talento innato para la invención y
para sacar partido de la inverosimilitud.
Ella
nunca lo confesó, darle sentido a todo lo que rodeaba le atormentaba
por dentro hasta el punto de no querer seguir viviendo. <<Cuánto
echo de menos a mi amada Alondra>> pensaba muy a menudo, aunque
la responsabilidad de proteger al clan siempre pesaba más que
cualquier duda interna.
Como
jefa grupal le dolía la primera medida que adoptó. Movida por la
venganza ordenó matar a los leones de las cavernas que habitaban en
la región; eliminarlos a todos era la premisa. Ciertamente, fue un
acto irresponsable, lo último que se esperaba de ella, pero la
venganza era
hija del odio. El cerebro, dictador
implacable de los humanos,
transmitía
placer en los actos consumados de venganza, equilibrando
las
interacciones negativas
a través del daño
contra
otros individuos, y
ella era tan humana como sus antecesoras y sus
predecesoras.
Y
cumplieron
la misión con creces, vaya si la
cumplieron, los leones fueron erradicados sin compasión, eso
sí,
a un precio muy alto. La
última leona que mataron, madre de dos cachorros que fueron
golpeados en la cabeza con piedras enormes
hasta convertir sus
testas infantiles
en papillas sanguinolentas, en un último acto suicida se abalanzó
sobre ella causándole una herida muy fea en su pierna. Y a pesar de salvar su
vida gracias al poder de las hierbas, su pierna fue reclamada por la
leona transformada para
siempre
en pellejo humillado.
Golondrina,
tullida y triste, inundada por los dolores físicos, continuó
dirigiendo los designios del clan con una sola pierna; su compromiso
con el grupo familiar era más fuerte que la peor de las
laceraciones.
Las
siguientes medidas que
tomó si
fueron acertadas, resarciéndose
de la imprudencia.
Con
la retirada de las nieves, las
grandes manadas de mamuts, el gran
sustento
para la mayoría de los clanes humanos, siguieron la estela alba
donde aguantaban
los últimos
resquicios
níveos.
Las
grandes
bestias,
famélicas
y debilitadas,
fueron masacradas.
No
existe la piedad en el mundo de los humanos y la debilidad se paga
muy cara.
Con
el fin de la megafauna muchos
clanes también emigraron
(un
verbo intrincado en el ser humano desde el principio de los tiempos)
a la búsqueda infatigable de los últimos
mamuts.
Sin
embargo,
otros grupos
aguantaron
en
las zonas meridianas,
aumentando la recolección de frutos, cambiando sus hábitos de caza,
buscando otras piezas más pequeñas incluidas
las
más nimias
como conejos o pequeñas aves.
Golondrina
era diferente al
resto de líderes de otros clanes,
ella
era
una
tormenta de ideas y se le ocurrió apresar algunas cabras y hacerlas
suyas en
vez de darles mulé,
encerrándolas en un vallado, eligiendo ella misma a las más mansas,
desechando a las más ariscas.
Si
los lobos podían ser amaestrados, seres más débiles de mente como
cabras y ovejas no tardarían en claudicar.
Y
con cada nueva generación repetía la misma operación consiguiendo
resultados sorprendentes: las cabras se integraban en la familia y de
ellas se podía aprovechar incluso su leche, obteniendo gracias al
fuego y al caldero (una
especie de útero artificial
que Golondrina
había creado
utilizando barro cocido)
nuevos alimentos más
nutritivos, sabrosos
y perennes.
No
lo supo explicar, tras cocinar los alimentos en el caldero la
capacidad de ingenio del
clan
creció a la vez que la
salud.
También
se le ocurrió otra brillante idea. Se dio cuenta que en la letrina
comunal las
semillas de los frutos que expulsaban
los
intestinos humanos
germinaban
con
vigor gracias
al involuntario estiércol.
Y aprovechando la abundancia
de
heces de cabra plantaron
las simientes
en pequeños surcos anexos al asentamiento, creando
ellos mismos la lluvia cuando ésta no caía de la bóveda celeste.
Y
tuvieron
cierto
éxito inicial en
su empresa, por
algo se empezaba.
Pudiera ser que muy pronto no fuera necesario
organizar partidas para buscar alimento y
así
le ganarían tiempo al tiempo para dedicarse a otros quehaceres.
Al
no poder acompañar
a los suyos en
las incursiones organizó
un
bonito proyecto: formaría a
las niñas y los niños, y a las mujeres y hombres impedidos para
las correrías
en trabajos tales como confeccionar vestidos, construir herramientas,
cocinar alimentos, poner nombres a plantas y animales que iban
descubriendo y
pensar
respuestas
coherentes
para la gran cantidad de preguntas que tenían
sobre como
funcionaba la existencia. ¿Quiénes
somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?
Para
hallar respuestas los
niños eran
sorprendentes, extremadamente resolutivos. Una
niña sugirió que quizás existiese vida después de la muerte, un
lugar maravilloso donde nada malo sucedería, exento
de
dolor y
tristeza.
Aquello le marcó y reconfortó. ¿Quién sabe si la niña estaba en
lo cierto?
Otras
respuestas dieron paso a otras preguntas como la posibilidad que
alguna entidad superior fuese responsable de las lluvias, las raíces
luminosas
que caían del cielo y
hacían
mucho ruido
o de dar vida a todas
las criaturas,
incluidas
ellas.
Tenía sentido, seguro
que
alguien los escrutaba desde lejos, una
madre suprema que los cuidaba desde arriba,
enfadándose o alegrándose dependiendo de como se comportaban.
El
clan estuvo de acuerdo en bautizar a
tan formidable energía
como “Diosa”:
la
creadora
de la tierra y
los seres que la poblaban,
del
cielo, del
agua, del
orbe de fuego y de
los inexplicables
fenómenos que de vez en cuando ocurrían. Y
para
contentar a la
Diosa propuso ofrendarle parte de los alimentos del clan, y en muchas
ocasiones le pedía salud y abundancia de sustento.
El
éxito del
proyecto
fue absoluto, los utensilios y el manejo de plantas y animales
mejoraron,
los alimentos se conservaron
con mayor excelencia, y
lo mejor de todo, sacaron
tiempo para divertirse y disfrutar de una
vida que hasta la fecha estuvo
plagada de dificultades.
Gracias
al ocio florecieron las innovaciones. A
unos niños se les ocurrió la
genialidad de tallar animales con
trozos de madera, e
incluso
fueron más allá, moldearon la madera hasta darle forma humana,
pedazos
de madera a imagen y semejanza de sus seres queridos.
La
niña resuelta le regaló una figura que aseguraba que era ella
misma. Aceptó el regalo riendo en su interior. La
pequeña estatua humana con aquellas piernas de madera estaba muy
lograda
y
al ver aquellas extremidades
tuvo una revelación.
Golondrina
se obsesionó con aquellas piernecitas y dedicó todos sus esfuerzos
en construirse una para ella con la que suplir la carencia carnal.
Una
noche,
a la luz de la hoguera, contemplando el fuego hipnótico le rondó un plan en su cabeza; había
llegado la hora de probar su creación.
A
la conseguida pierna de
madera le
había colocado un soporte acolchado
con raíces y
hierbas
que acoplaba a la perfección con su muñón y que le posibilitaba
otra vez la acción de caminar. El
milagro se obró.
Tras
practicar
un rato por los alrededores y
asegurarse que todo estaba
en su sitio se
alejó del poblado y caminó
por lugares a los que no podía acceder anteriormente por sí misma hasta
alcanzar
la cueva donde estaba enterrada Alondra y el resto de seres queridos,
la
misma gruta donde su amada perdió la vida; era
tradición en el
clan enterrar allí
a los
seres queridos para que las alimañas no pudiesen mancillar
sus cuerpos. Ella
subía
poco a la cueva al no poder hacerlo sin ayuda, de
todas formas siempre fue una gran excusa para visitarla lo menos
posible.
La
cueva, antigua
morada del clan,
era
un abrigo
generoso, pero estaba lejos del río y para subsanar la distancia
inventó unas casas portátiles utilizando
palos y pieles de animales que
facilitaban hacer vida en la orilla de la prístina masa de agua. Y a
medida que pasaban las estaciones, las
viviendas se mejoraban
con nuevos materiales; la
última
innovación fue emplear
boñigas
caprinas
cocidas,
un
gran aislante contra las inclemencias.
Sumado
a las huertas y a los corrales, las tiendas
de piel de cabra
iban cobrando forma de poblado viable.
La
cueva despertaba una mezcla de respeto y de temor. <<Qué
mejor sitio que la caverna
para plasmar mi
maravillosa idea.>>
Decorar aquel lugar fúnebre sería un buen subterfugio contra la
tristeza.
Y
allí se adentró rodeada de oscuridad, invadida por
completo
de negrura de no haber tenido una antorcha creadora
de
sombras teatrales en la pared. El fuego proyectaba en
la roca
enormes dientes de león de las cavernas cada vez que alumbraba a las
pequeñas pirámides colgadas al techo; formaciones
extrañas
creadas
por la acción de las lágrimas de la montaña.
Los
niños fueron su inspiración, los extinguidos leones de las cavernas
su responsabilidad, la
memoria su compromiso...cogió
un pequeño carboncillo que sustrajo de la hoguera del poblado,
expulsó las
imágenes que tenía en su cabeza
hacia
el
exterior y
las plasmó
en la piedra con la ayuda del carboncillo.
Golondrina
pintó bisontes, ciervos,
caballos, jabalíes, lobos, rinocerontes y leones de las cavernas,
poniendo especial hincapié en estas dos últimas especies; si ella
tuvo el privilegio de contemplarlas y por culpa de sus congéneres
estaban
extintas,
su
compromiso con las generaciones futuras era dejar constancia de
ellas. A
diferencia de una talla de madera, en lo más profundo de la cueva
podrían aguantar el paso del tiempo.
Finalmente,
mientras cavilaba sobre desarrollar nuevas pinturas con óxido y
grasa animal, se felicitó a sí misma por su iniciativa, no por
vanidad, esta acción podría ser el principio de un camino brillante
donde los humanos pudiesen sacar sus inquietudes internas y trazarlas
en la piedra, de esta manera, libres del peligro del viento que
destruye a las delicadas tradiciones orales, en la cueva podrían
aprender de la huella dejada por sus
ancestros y
perfeccionarla, construyendo un mundo más justo y más esplendoroso
en cada generación.
Y
así fue como Golondrina, una MUJER del paleolítico inventó, entre
otras muchas cosas, la pintura.
Reto
a cualquier Homo
sapiens
a negar
esta afirmación, a demostrar
que fue un autor el creador de las maravillosas pinturas rupestres de
Altamira.
¿Por
qué damos por hecho que fue un hombre? No existe una sola prueba de
ello ¿Por qué en todos y cada uno de los documentales sobre
pinturas rupestres vemos a un actor disfrazado de burdo
“Unga-Unga”
dibujando animales sobre el lienzo pétreo? ¿Por qué no pudo ser
una mujer sensible
y culta a su manera
la primera pintora de la humanidad? Llámenme
bicho raro, me la
trae al
pairo,
yo veo más factible la
firma femenina que la masculina
en
los albores del arte.
Mi
compromiso es reivindicar esa posibilidad.
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