1
2
A la niña la bautizaron nada más nacer para que no corriera la misma suerte que su madre, que iría al infierno. Aunque la mayor parte del tiempo me hallaba aterrorizada por el hecho de ser madre adoraba pasar las tardes con ella en el jardín trasero y cepillar su cabello rubio a la caída del sol. Allí todas parecían saber como cuidar de ella y no podía evitar pensar que yo no era el tipo de influencia que quería para mi hija, mis padres me habían enviado allí por una razón. Tomé la decisión más difícil de mi vida, recogí mis pocas pertenencias y me hice al camino. Celine crecería feliz entre naturaleza y almas puras.
En la carretera conocí a Joseph, dijo que me llevaría a Nueva York y que allí me daría trabajo. Joseph siempre sabía exactamente qué hacer, había viajado por todo el mundo, leído mucho y entendía un montón sobre música. Yo me enamoré al instante, de él, de sus gafas de sol redondas y su media melena a lo Jim Morrison.
3
—Nena, será mejor que entres, con lo del apagón no es seguro estar aquí fuera —dijo Joseph interrumpiendo el hijo de mis pensamientos.
Todo esto de la película me estaba resultando muy desagradable pero desde luego era mucho mejor que hacer la calle. Además, así podría comprarle a Celine aquel caballito y se lo enviaría al convento. Estaba segura de que Mariana se lo haría llegar, en la última carta me contaba que le habían enseñado a pelar habas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario