domingo, 8 de julio de 2018

Arte Abstracto




Unas largas piernas se acercaban lentamente hacia él;                                                                                   - Perdone…                                                                                                                                                                 Como un resorte levantó la mirada hacia la cara de la mujer que le interpelaba, sin poder evitar sonrojarse, y maldiciéndose por dentro sabiendo que ese gesto lo delataba irremediablemente.                                                                                                                                                                                             - Perdone- repitió esta- podría indicarme donde está el  baño.                                                                      -Sí, claro, perdón… ve ese pasillo, pues… la segunda puerta de la derecha…                                               - Gracias.

Héctor no pudo evitar volver a bajar la vista hacia las piernas de la dama mientras esta se marchaba con paso acelerado hacia el camino indicado.

Era una de esas cosas que le sucedían últimamente y no podía evitar, desde el accidente su mirada se dirigía sin control alguno hacia las piernas de todo aquel que le rodeaba, lo cual era bastante molesto, suponía que también para los demás pero sobre todo para si mismo, le fastidiaba no poder controlar su comportamiento, le hacía parecer raro y en estos momentos le distraía de su trabajo, dirigió su vista a la izquierda donde se encontraba la obra que supuestamente debía custodiar, era un pequeño hoyo excavado en el propio suelo de la galería de forma cuadricular y alrededor de 2x2 metros y  otro más de profundidad; lo que supuestamente hacia de esto una obra de arte digna de ser expuesta y custodiada era el contenido de la misma, una especie de material traslucido y gelatinoso de un color verdoso, que según el autor representaba su particular visión de la sociedad actual, una sociedad que solo te dejaba ver lo que quería y que parecía flexible pero que en realidad te atrapaba en sus convencionalismos y no te dejaba ser tu mismo, eso o alguna mamarrachada por el estilo.

A Héctor esa obra y todas las otras que le rodeaban le parecían una autentica gilipollez, y no le entraba en la cabeza como podían transmitirle algo a alguien. No era que el despreciara el arte, en el pasado había disfrutado de las obras del Prado y otros museos de Madrid, y en incluso las pocas ocasiones que había viajado sacaba tiempo para visitar alguno de los museos de la zona. El problema lo tenía con ese tipo de arte en particular en el que, según su opinión, cualquier cosa que hiciera un artista con algo de nombre ya se consideraba arte, y  era valorada en millones. Pero bueno, no le pagaban para apreciar las obras, solo para evitar que ninguno de los invitados a la inauguración se pasase de curioso y estropease alguna de esas “maravillas”.

Debía de estar agradecido a Eva, después del accidente le había costado encontrar curro, y aunque este no era desde luego su trabajo ideal ya era más lo que había hecho ella que lo que había recibido de sus antiguos jefes, cada vez que pensaba en esos cabrones le hervía la sangre, después de quince años trabajando para ellos y después de la lealtad mostrada, habiendo podido denunciarles, se lo agradecían seis meses después con una indemnización de mierda que no cubría ni una decima parte de los gastos que todo lo causado le suponía, no contentos con eso cuando fue a reclamarles le vinieron con coacciones mafiosas que…  En ese momento Héctor no pudo evitar fijarse en unos enormes tacones que bordeaban en peligroso equilibrio la línea de seguridad, iba a advertir a la mujer cuando uno de los tacones cedió y esta se precipitó hacia la piscina de gelatina.

-¡Cuidado!  

Héctor se lanzó hacia ella desesperado y consiguió asirla por  un tirante del vestido cuando esta ya caía de cabeza, la atrajo hacia si y ya respiraba aliviado cuando algo cedió, y de pronto se encontró a si mismo cayendo hacia la piscina y sin nada a lo que agarrarse, lo máximo que logro fue caer de pie, notó como esa masa gelatinosa le cubría casi hasta la cintura y pese al revuelo general y a saber que lo más probable es que ya hubiera perdido el trabajo su primer impulso fue salir de allí, apoyo sus manos en el bordillo y se impulsó hacia arriba, de repente un dolor atroz que solo recordaba haber sentido otra vez le sacudió la pierna derecha;

- ¡Aaarrghh! Nooo, joder, nooo…

Sin poder evitarlo miro esta vez hacia sus propias piernas, o más bien hacia su propia pierna, en la piscina, ya totalmente desprendida de él se podía ver una pierna ortopédica atrapada en el interior de la gelatina, lo último que su mente delirante pudo discurrir antes de caer en las tinieblas fue que la obra le gustaba más ahora.

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